El enojo es una de mis emociones favoritas.

Sí.

Además, me parece clave si estamos viajando solas.

Y no, no soy una persona colérica que va por la vida gritando y haciendo quilombo por cualquier inconveniente con el que se enfrenta. Para que se entienda lo que quiero decir con esto de que el enojo es una de mis emociones favoritas, vamos a ir a la base. 

 

Antes que nada, las emociones no son ni buenas ni malas. En todo caso, podemos hablar de que son adaptativas o desadaptativas. Cada emoción es una señal que nos avisa que algo cambió en el mundo externo. 

 

Entonces, te preguntarás 

 

¿De qué nos avisa el enojo o para qué sirve?

 

Según Norberto Levy, nos enojamos cuando algo nos frustra. Cuando un obstáculo se interpone en el camino hacia nuestras metas u objetivos; o cuando percibimos cierta situación como una amenaza. 

 

Si lo vemos desde el coaching, el enojo se considera como una emoción que nos avisa que nos olvidamos de poner ciertos límites, o que hubo algo o alguien que los traspasó. De alguna manera, existió una situación que jugó en contra de nuestra dignidad o nuestros valores. Cuando se traspasa un límite propio, de integridad, nos enojamos. 

 

La función primaria del enojo es una sobrecarga de energía que nos da fuerza física si tenemos que huir o defendernos. Sí, es una sobrecarga energética que tiene que ser usada exteriormente de alguna forma porque si se acumula… ya sabemos lo que pasa cuando no sabemos gestionar emociones. O bien explotamos o bien guardamos todo y nos enfermamos. 

 

Entonces, ¿por qué digo que el enojo es una de mis emociones favoritas, viajando sola y SIENDO MUJER? Porque del mismo modo que el miedo es una señal que algo está mal, el enojo me avisa que evidentemente hubo algo que va en contra de mis valores; hubo un límite propio que fue transgredido. 

 

¿Por qué me parece CLAVE estar hablando del enojo

y sacándole el estigma?

 

Por sobre todas las cosas, porque ser mujer y enojarse parece que no van de la mano. Toda la vida nos enseñaron y nos educaron para ser sumisas. Para aceptar todo sin chistar. Y que si algo nos indignaba, había que cerrar los ojos y olvidar/aguantar. Porque una señorita es amable, sonríe todo el tiempo y habla bajito

 

Toda esta manipulación social hizo que nos desconectemos de esta emoción que es tan útil. Que la consideráramos como algo que ni siquiera tenemos derecho a sentir. Y yo te digo, como mujer que viaja… QUE TENÉS QUE APRENDER A ENOJARTE. Porque el enojo, bien manejado, es un arma poderosísima. 

 

Tenés que aprender a poner límites. Tenés que saber y actuar cuando alguien o algo se interpone en tu bienestar o integridad física/emocional.

 

Esa primera sensación de enojo te avisa que lo que sea que estás viviendo, está mal. 

¿Por qué no está socialmente aceptado

que una mujer se enoje?

 

En el libro “Rage becomes her” (Enfurecidas) la autora Soraya Chemaly nos dice: 

 

“No hay una sola mujer que no comprenda que su enojo es abiertamente denigrado. No necesitamos libros, estudios, teorías o especialistas que nos lo cuenten (…). Las mujeres experimentan la discriminación de formas distintas, pero comparten la experiencia de que al mostrar su enfado se les diga que están locas, son irracionales o están poseídas”.

 

A las mujeres se les considera personas más emocionales que a los hombres, pero esta misma descripción se utiliza para subestimarlas sin razón. En este entorno, un hombre, un pensador, puede tener sentimientos, pero una mujer, alguien que siente, es sentimental. Por parafrasear un estudio, si un hombre se enoja, está teniendo un mal día; si una mujer se enoja, es una loca histérica”.

 

Tiene todo el sentido del mundo ¿no? Nos quieren sumisas, porque al final, en estadísticas somos las que sufrimos más abusos (de todo tipo). Pensá en lo triste y retorcido que es todo. Estás sufriendo un abuso y encima no podés defenderte porque socialmente está condenado que una mujer “reaccione”. 

 

Vamos de a poco. Aún te sigo hablando de esa primera reacción, de esa energía que te sale cuando sabés que algo o alguien te está haciendo mal. Ese enojo es el que tenés que escuchar y aprender a querer. Te está protegiendo y está buenísimo (y es necesario) que lo aceptes.

 

Por eso te repito: aprendé a enojarte como muchas veces el enojo, tanto como el miedo, son emociones que te mantienen a salvo. 

 

Listo, me enojé ¿y ahora?

 

Ahora, vamos a hablar de cómo manejarlo. Lo primero que quiero decir es que no compres la postura “zen” que nada te afecta. Eso se logra con muchísima MUCHÍSIMA práctica, iluminación y en general es gente que ya vive en la montaña y no está expuesta a las cosas terribles de vivir en sociedad. No la fuerces. No creas que enojarte te hace menos iluminada.

 

Un enojo descontrolado se dice que “destruye” y no ayuda a resolver el problema al que nos enfrentamos. Pero una ira contenida en su totalidad, una ira reprimida porque una señorita se queda calladita, termina enfermándote. Entonces, ¿qué tenemos que hacer frente a esa primera sobrecarga de energía que nos invade el cuerpo? Analizar la situación y entender por qué nos estamos enojando.

 

¿Estás viajando sola, caminando por un mercado y ya va el tipo número 20 que te dice cosas desubicadas? ¿Frenaste un auto para hacer dedo y el que frenó es un tipo creepy que dijo guarangadas? ¿Te estafaron con la reserva de un hostel? 

 

Si estás en el mercado, hay mucha gente alrededor y no es peligroso, podés usar esa energía para decirle en un tono elevado pero inteligente a ese último señor, que se ubique, que lo que está haciendo está mal.

 

Si estás sola y analizando la situación te das cuenta que es peligroso que contestes, usá esa energía para sacarte a vos misma de esa situación y una vez que llegues a un lugar seguro, descargá. Mandate un audio a vos misma descargándote y diciendo todo lo que te molestó en esa situación y lo injusto que es que te sometan a esos comportamientos. 

 

Antes de reaccionar, pensá en tu seguridad. No te lo digo para que seas una señorita, sino para que te cuides de las reacciones del otro. Yo en mi caso les contesto siempre y cuando haya gente en la calle. Suelo preguntar en voz alta para que escuche todo el mundo “¿Disculpa qué dijiste?” y en general se quedan callados porque saben que se estaban desubicando. Pero si estoy sola, directamente me voy. 

 

Acordate que esa carga energética que trae el enojo que es super útil para fuerza física tiene que ser descargada para que no te afecte, se convierta en estrés o te enferme de alguna forma. Si estás alquilando algo sola, volvete a tu hogar, poné música al palo y saltá un rato, gritá, bailá, lo que sea que te ayude a liberarte de esa energía. 

 

Después, agradecé tener la capacidad de reconocer un enojo y que tengas tan alerta tus propios límites. 

 

Acordate que el enojo te está diciendo “se cruzó un límite y ese límite deberían haberlo respetado”. El enojo es tu derecho a defenderte. Acordate que sentirte mal por enojarte es un condicionamiento social. Nos pasa a todas. Pensá que el enojo tiene que ver con poner límites y hacerse respetar y el rol que se espera de la mujer es puramente servicial. No les servimos bien plantadas y con nuestros límites claros. 

 

Acordate que viajar sola es hacerte cargo de vos misma en todos los aspectos y que te amigues con tu enojo, es una de las mejores armas.